Últimamente he estado trabajando duro en el episodio piloto de una nueva historia que quiero publicar aquí. De momento tengo pensado estrenar la primera temporada, que constará de 20 capítulos.
Aviso, son capítulos L A R G O S
Estarán cerca de 10.000 caracteres, por lo menos el primero. Para que no sea tan pesado de leer, tengo la siguiente pregunta:
- Capítulos divididos
- Capítulos enteros
De momento, este es el episodio piloto, está entero:
Episodio piloto
Fantasilandia T0 Ep. Piloto
Un sábado de junio
En un mundo donde la magia existe y los cavernícolas son civilizados, una niña de doce años roncaba con placidez entre las sábanas de su cama. Fantasilandia, así se llamaba el mundo, y Sara, así se llamaba la niña.
Era un día caluroso. Un sábado de junio, para ser más exactos. Pero Sara estaba tan profundamente dormida que el calor sólo tomaría relevancia una vez despierta.
Al otro lado del pasillo, Héctor, de la misma edad y apariencia que Sara, se despertaba parsimonioso y con gesto apresurado.
Héctor entró al baño y, como es costumbre, vio su rostro reflejado en el espejo. Un rostro que no le agradaba en absoluto.
Sus ojos, uno marrón como el tronco de un roble y otro azul como el océano, le horrorizaban. Por eso, usaba una lentilla para que ambos de sus ojos pareciesen azules.
Su pelo, rubio como el oro y con mechones marrones, le espantaba. Por ello, se teñía sus cabellos enteramente de oro. Aunque unos pequeños, alborotados mechones color madera se asomaban ya por su nuca.
Su boca, grande y con un espacio anormalmente grande entre dos de sus incisivos superiores, le causaba pavor. Debido a esto, le había exigido a su padre una operación bucal, que llegaría muy pronto.
Pero lo que más odiaba de sí mismo era una clara, alargada marca de nacimiento en su mejilla izquierda. Se esforzaba por hacerla lo menos visible posible con un poco de maquillaje, pero el hecho de su existencia lo seguía atemorizando.
Héctor salió del baño. Cogió la corona que descansaba en la mesita de su habitación y se la puso. Acarició a Bolita, su gato, que dormía aún en su pequeña cama, y bajó por las escaleras hasta el comedor.
Allí le esperaba un desayuno espléndido.
* * *
— ¡Sara! — la niña sentía que la llamaban mientras oía unos golpecitos — ¡Sara, despierta!
— Cinco minutos más… — murmuró la aludida, girándose en su cama.
Aunque el caluroso ambiente no tardó en levantarla de entre sus sudadas sábanas. Con un gemido de cansancio, se frotó los ojos y miró hacia la ventana.
— ¡Por fin te levantas! — aún seguía allí. Era Elvis, el vecino de al lado, que con una escalera había fabricado un puente entre su ventana y la de Sara — ¡Vamos, ábreme!
A regañadientes, la chica se deslizó hacia la ventana y la abrió. El niño entró de un salto.
A pesar de ser tan solo un año menor que Sara, Elvis era mucho más bajito que ella.
— Podrías haberme dejado dormir más… — gruñó Sara, desplomándose en su cama.
— Son las doce del mediodía — repuso Elvis con un tono sarcásticamente serio.
Sara sonrió ante eso y, después de desperezarse, saltó de su cama con una energía repentina. Se dirigía al baño cuando Elvis preguntó:
— ¿Adónde vas?
— A cambiarme de ropa, bobo — respondió Sara con una sonrisa burlona.
— Ah — dijo el niño, viendo que su amiga aún seguía en pijama y estaba despeinada. «Como una leona», pensó Elvis — Ve, yo te espero aquí.
Con una risita, Sara cerró la puerta del baño.
Se miró en el espejo. Tenía el pelo alborotado, el cual, al contrario que el de su hermano, conservaba sus dos peculiares tonos naturales. Lo mismo pasaba con sus ojos, su boca, y su marca de nacimiento, solo que ésta última estaba en la mejilla contraria.
Héctor le había regalado muchos tintes para el pelo, lentillas y maquillaje, pero Sara dejó de usarlos desde hace años. Además, ella estaba visiblemente más fornida que su hermano, y cubierta de varias cicatrices. ¡Cuánto había cambiado desde que conoció a Wulfgar!
Mientras se peinaba para parecer mínimamente presentable, Sara observó su reflejo y… sonrió. Era una sonrisa ciertamente extraña, pero una sonrisa al fin y al cabo. Cada vez entendía menos por qué Héctor quería deshacerse de la suya.
Una vez que se hubo vestido, la niña salió del baño. Se encontró a Elvis esperando junto a la ventana.
— ¡Aquí estás, granujilla! — dijo Sara mientras lo agarraba y le quitaba su gorra para poder alborotar su pelo.
— ¡Ey! — contestó el niño — No es mi culpa que seas una dormilona de mucho cuidado.
— ¡No lo soy! — negó la chica con fingida ofensa, soltando a su amigo pero sosteniendo su gorra en el aire para que éste no la pudiera atrapar — Pero tú, tú eres un enano. Muy diminuto para ser un humano. ¡Eres más canijo que Ed! Y eso que él es el enanito…
— ¡Agh! — se quejó Elvis, intentando recuperar su gorra — ¡No soy tan bajito!
— ¿Qué? ¡Habla más alto! — se burló Sara — No se te oye ahí abajo.
Elvis quiso quejarse de nuevo, pero su hermanita Paula apareció por la ventana también.
— ¡Pero bueno, Elvis! — Sara le devolvió al niño su gorra casi instintivamente — Mira que colarte en el dormitorio de una chica… ¡Hay que ver!
Acto seguido, Paula agarró a Elvis por la oreja y lo arrastró hacia su casa de nuevo, mientras el chico se quejaba.
— ¡Venga, que te toca hacer la colada! — fue lo último que Sara le oyó decir a Paula antes de desaparecer tras la ventana de la otra casa.
Sara miró el reloj. «Las doce y media, falta mucho para poder ver a Wulfgar de nuevo», pensó ella.
* * *
La familia Cables estaba terminando de comer. Bip-Bup prestaba atención a su hijo Héctor, el cual llevaba ya un rato quejándose:
— Creo que deberías inventar amuletos mágicos para cambiar el aspecto de alguien.
— Eso ya existe, cariño — contestó Bip-Bup con un tono pausado — Los inventaron los Magos.
— ¡Entonces cómprame uno! — exigió el niño.
— Hmm… — tarareó el padre mientras daba un sorbo a su café — Quizá el próximo mes. Esos amuletos son caros. Además, sólo se pueden conseguir en el Reino de los Magos.
— ¡No es justo! — Héctor hizo pucheros — ¡Orantia es la capital, por todos los engranajes! Aquí debería conseguirse todo sin problema.
— Eso no funciona así, hijo — dijo Bip-Bup con una risa entre dientes.
Mientras tanto, Sara los miraba de hito en hito, impaciente. Estaba sumida en sus pensamientos, los cuales sólo tenían que ver con marcharse de esa horrenda y lujosa mansión.
En cuanto menos lo pensó, la familia terminó de comer.
El rostro de Sara se iluminó y se dirigió a su habitación veloz como un rayo. Recogió todo lo que veía necesario y salió a la calle a través del portón de su enorme casa.
Sara se encaminó primero a la casa de al lado, que era visiblemente más pequeña que la suya. Era la casa de Elvis. Sara leyó el letrero grabado en chapa colocado en la puerta: «Sasha Cástor, comediante». Luego giró la cabeza y recordó que en su propia casa había una chapa igual que decía: «Bip-Bup Cables, vendedor de cristales plutonianos».
Mientras se reía un poco en bajo, la niña tocó la puerta. Esperaba encontrarse con la sonata habitual, y así fue.
La puerta se abrió, y del techo saltó un joven alto, atlético y de pelo castaño bien peinado. En su cuello se podía ver una enorme pajarita roja. Era Sasha, el hermano mayor de Elvis, que rondaba los dieciocho años.
— ¡Sara! — exclamó Sasha, con una enigmática y enorme sonrisa — ¡Bienvenida! Elvis está en su cuarto.
— Gracias por la información, señor Cástor — respondió Sara, siguiéndole el juego y encaminándose hacia las escaleras.
— Te he dicho más veces que me puedes llamar cualquier cosa, pero cualquiera, menos señor Cástor — dijo el mayor, con un tono bromista pero serio a la vez. Esta combinación aún seguía confundiendo a Sara.
— Está bien, señor Sasha — dijo Sara, intentando replicar el tono, pero tan sólo sonando divertida.
Sasha se rió, entendiendo que fue error suyo, y que se lo merecía.
— Tienes talento, Sara… — musitó con una sonrisa, antes de que ésta subiese por las escaleras de dos en dos.
Sara subió las escaleras hasta la puerta de Elvis e irrumpió de una patada, exclamando:
— ¡Graaaaaaaagh!
— ¡Aaaaaaaah! — gritó Elvis, totalmente sobresaltado. Era evidente que había estado durmiendo — Podrías haberme dejado dormir más…
— Nop — dijo la chica con alegría, arrastrándolo fuera — Vengo por el karma.
— Bueno… — gruñó Elvis, dejando que su amiga lo cargase a su espalda como un saco de patatas.
Antes de salir de la casa, Elvis le suplicó a Sasha que lo ayudase, ya que el último se estaba preparando para ir al trabajo, pero el mayor tan sólo sonrió con picardía. El pequeño se molestó, pero no era tiempo de lamentos, pues Sara ya lo había sacado a la calle.
Caminaron por las calles durante un buen rato. Sara parecía no cansarse. Parecía tener un destino claro, sin inmutarse por el abrasador sol que se posicionaba encima de ellos.
En cambio Elvis estaba cansado, se quejaba de vez en cuando y se quedaba atrás. Aunque Sara lo arrastraba cada vez que se adormilaba un poco.
* * *
Finalmente, llegaron a una casa cerca del lago, moderna y acogedora.
— ¿Aquí vive Julen? — inquirió Elvis, recuperando el aliento de la caminata.
— ¡Sip! — respondió Sara, dirigiéndose al patio trasero de la casa — Pero nop. Es la casa de vacaciones de sus padres, vienen aquí todos los veranos.
— Oh, genial — contestó Elvis, siguiendo a su amiga. Pero luego se dio cuenta de que no estaban entrando por la puerta principal — Y… ¿por qué entramos por atrás?
Sara se rió con picardía y comenzó a escalar por el canalón hasta el piso de arriba:
— Porque me apetece darle una sorpresita a mi querido amigo… Quédate ahí abajo.
Elvis así lo hizo. Un poco a regañadientes, pues ya se estaba encaramando al canalón.
Sara subió hasta la ventana del primer piso y entró, porque la ventana estaba abierta.
— Hola — dijo en tono juguetón, asustando a un mago que estaba leyendo sentado en su cama. El chico se cayó al suelo.
— Auch… — se quejó, levantándose. Luego vio quién lo había asustado, y se rió en bajo. Pero no parecía tan contento — ¿Es hora, no?
— ¡Bingo! — dijo Sara con entusiasmo — Venga, vamos.
— No sé yo… — dijo Julen, queriendo tumbarse en su cama.
— ¿Qué? ¡Será divertido! ¡Muy divertido! — exclamó la chica, en un tono casi quejoso.
— Ya… pero… — quiso decir el mago, hojeando su libro, pues había perdido la página. Aunque su mirada estuviese perdida entre las palabras, su tono denotaba cansancio y… ¿miedo? ¿Vergüenza? Ni siquiera él lo sabía.
— ¿Pero? — dijo Sara, cruzándose de brazos.
— N-nada… — Julen dejó a un lado el libro y se puso en pie. Sara sonrió.
— ¡Sabía que te unirías! — dijo con felicidad, saliendo por la ventana — Además — añadió con picardía —, también estará Ed…
Julen se disponía a seguirla, pero ese comentario hizo que su corazón diese un vuelco. Con un leve sonrojo, murmuró:
— No sé a qué vino eso…
Sara se rió y bajó por donde había subido. Julen decidió que era mejor avisar a sus padres de que iba a salir, así que la chica y Elvis lo esperaron en la puerta principal.
Cuando salió, los tres se dirigieron a casa de Ed.
* * *
Ya allí, Sara tocó la puerta. Aparentaba ser una casa pequeña, pero era más espaciosa de lo que parecía a primera vista.
Les abrió un joven bajo pero corpulento. Sería uno de los muchos hermanos de Ed, pues ni Sara, ni Elvis, ni Julen sabían los nombres de todos.
— ¿Qué queréis? — dijo el chico. Aunque sus palabras denotaban todo lo contrario, no quería ser grosero.
— Ejem — Sara dio un paso al frente, con una sonrisa confiada — Queríamos ver a Ed.
El chico se quedó pensando un momento, embobado. Finalmente habló:
— ¿Cuál de todos? ¿Edison? ¿Edric? ¿Edgarda? ¿Edward? ¿Edna?
Mientras el chico decía la lista, Sara parpadeó, tratando de recordar cuál de ellos era el Ed que estaban buscando. Como siempre lo llamaban por su diminutivo, se había olvidado de su nombre de pila.
— A Edward — dijo finalmente Julen, con una voz un poco tímida pero segura. Esto sorprendió y divirtió un poco a Sara.
— Vale — respondió el hermano de Ed. Luego éste dio un paso atrás y gritó hacia las escaleras — ¡Edward, idiota! ¡Tus amigos y tu novio están aquí!
Al escuchar esas palabras, Julen se puso como un tomate:
— ¡N-no somos novios!
— Ajá, claro — respondió el chico, sin creer una sola palabra del otro.
Después de unos segundos interminables, Ed bajó.
— Gracias, Edris — dijo Edward, con una expresión difícil de averiguar, pues su largo flequillo no dejaba ver sus ojos.
— Pásalo bien con tu amor — dijo Edris con picardía, dando un golpe en la espalda de su hermano.
Edward no se inmutó y salió de la casa. Sin embargo, Julen estaba todo rojo e intentando no ser visto. Pero obviamente Edris ya lo había visto y se estaba riendo para sí mismo antes de cerrar la puerta.
El grupo se dirigió a la estación de tres más cercana. Sara iba delante, sonriendo con emoción. Detrás de ella iba Elvis, emocionado también, aunque además curioso por todo lo que veía a su alrededor. Atrás del todo iban Julen y Ed, hablando y pasando el rato.
* * *
Cuando llegaron a la estación de tren, Sara compró billetes para los cuatro y se subieron al tren.
Sara miraba el paisaje por la ventana, impaciente por llegar a su destino y las aventuras que éste les traería.
Si el episodio piloto tiene buena aceptación, lo publicaré tal cual en un tema aparte, y si tiene muchos errores, lo reescribiré o simplemente no publicaré nada más, depende.
Además, necesito críticas sobre el episodio. Quiero que sea lo mejor posible, y si alguien ve algún error por tonto que sea, por favor que me lo diga. Gracias
Importante: Si quieres que te mencione cuando se estrene la serie oficialmente, deberás decirlo específicamente en este tema, para que yo pueda saber.
A partir de ahí, cada vez que se estrene un nuevo episodio, mencionaré a los usuarios que le hayan dado corazón al episodio anterior o los que así lo hayan pedido en el episodio. Si no quieres que te mencione dilo específicamente en el capítulo, para que yo pueda saberlo.
Se despide, el elfo navideño